Árboles y bosques en las Edades del Hombre 2012.

miércoles, 2 de mayo de 2012 21:22 By Territorios y Tesoros , In , , , , , , , , ,


En las montañas del norte de Burgos se mezclan los bosques atlánticos y los mediterráneos. La coincidencia de los dos climas peninsulares propicia en el norte la combinación de las dos vegetaciones, la mediterránea y la atlántica, que suelen coincidir en las laderas opuestas de la misma montaña. Existen enormes espacios forestales caducifolios entre los alfoces de Bricia y Santa Gadea y Arija, como Monte Hijedo; en Sotoscueva, Monte Santiago, Sierra de Árcena, y montes de pinos resineros entre Cillaperlata y Oña, en los Montes Obarenes, que son Parques Naturales. Entre las montañas que acastillan el territorio abundan hayedos, encinares, robledales, se dan parcelas de árboles frutales y huertos y jardines poblados de nogales, cerezos, higueras, pavíos, nísperos, manzanos. En Mena y Tobalina cultivan viñas y elaboran vino chacolí.

El árbol prototipo de Las Merindades podría ser el híbrido quejigo (quercus faginea o roble enciniego). En la simbología de los escudos nobiliarios que blasonan las casas nobles de la comarca aparecen robles, encinas, nogales, pinos, manzanos. El árbol fue también lugar de junta de los más viejos concejos de la comarca como los de Sotoscueva y Valdivielso, que se reunían al amparo de un árbol mítico. La encina juntera de Ojo Guareña, con sus escaños de piedra alrededor, es una encina heredera de la original, que rememora aquellos primeros congresos locales que se reunían al aire libre y sin ninguna protección ante el público, que en alguna ocasión empuñó palos.

Castilla ha cortado millones de árboles para construir edificios, armar barcos, hacer muebles y herramientas, y para calefacción de las gentes. Los bosques que existen son un milagro del tiempo. Entre Tartalés de Cilla y Panizares hay un bosque de tejos milenarios, cobijado en un estrecho vallejo que cae al desfiladero de La Horadada por un empinado camino que es conocido como el de las carboneras, una subida que fue aterrazada en el pasado para fabricar carbón vegetal. Los tejos de Tartalés se salvaron de aquella pobre industria. Fueron muy carboneros los pueblos de Sotoscueva, y lo recuerdan en cada romería de San Bernabé encendiendo una carbonera y nombrando un Carbonero Mayor. En los incendios forestales se quemaron miles de árboles y la agricultura hizo desmontes donde pudo, pero en el norte de la provincia se puede comprobar que la naturaleza se sobrepone a todas las desgracias.

En los montes pastaron vacas, caballos, cabras, ovejas, expuestas a los ataques de los lobos. En los últimos años se han dado casos en los valles del norte de la provincia de buitres que han atacado en descampados a ejemplares de ganado indefensos. Los bosques proporcionan madera y frutos, piñas, moras, endrinas, agraces y setas en primavera y otoño. Dan cobijo a una rica y variada fauna que habita el subsuelo, la superficie y las copas de los árboles, como gusanos, topillos, reptiles, mamíferos, insectos, pájaros. Purifican el aire, y proporcionan espacio para el disfrute y el esparcimiento.

Los Montes de pinos de Oña y Cillaperlata en el pasado produjeron resina que se destilaba en fábricas que hubo en Oña y en Santé, donde se trataba la miera que los resineros recogían de los potes clavados en los árboles. Entre marzo y noviembre, repasaban semanalmente cada pino dándoles un golpe de hacha para hacerles sangrar la resina, de la que se obtenía colofonia y aguarrás. Aquella producción desapareció pero la mayoría de los pinos que repueblan estos montes aún conservan la cicatriz de aquellos años de mediados del siglo XX. En lugares como Encinillas, en Cillaperlata, también se secaron piñas para vender.

En valles como Valdivielso, Las Caderechas y Tobalina, la muralla de las montañas propicia microclimas que favorecen el florecimiento de frutales y verduras. El Valle de Valdivielso, situado entre las sierras de Tudanca y de la Tesla, rinde culto a huertas y árboles y se conserva como un jardín botánico. Son frutales y hortícolas Tobalina, Frías y Medina de Pomar, que están a orillas de fértiles ríos. En las huertas de Medina y fincas e invernaderos de Frías crecen alineadas miles de lechugas batavia o lechugas de Medina de Pomar que, año tras año, van conquistado mercados. El Valle de Mena también es particular para los cultivos por su baja altitud. Por las tierras de Mena y Tobalina comienzan a verse viñas de particulares que elaboran chacolí para el consumo familiar.

Por cercanía, las montañas del norte de la provincia de Burgos son más populares en Bilbao que en las ciudades de Castilla y León. El Valle de Losa es el que mayor fama setera tiene pero toda la comarca es propicia para las setas y en cada parte brotan las que le corresponde por sus condiciones y altitud. Soncillo, Las Machorras, el Valle de Mena, como el Páramo de Masa, en temporada son un setal. En abril, el Valle de Losa, los montes de Espinosa y todas las frescas campas de los montes atraen a buscadores de "perretxicos", igualmente se buscan estos días caracoles de abril en las huertas y lindes de fincas y caminos de toda la comarca.

Los árboles forman los bosques, marcan lindes, escoltan ríos, atraen a las lluvias y son garantía de estabilidad cultural. Definen las cuatro estaciones del año: desnudos y escarchados en invierno, brotan en primavera, para madurar en verano y en otoño oxidar y perder las hojas. Trasmiten energía, son medicinales, hacen paisaje y dan identidad a casas y pueblos. Son tótem en nuestra cultura el drago canario, el olmo castellano, el roble vasco, el tejo asturiano, el ginkgo chino, el ciprés de Silos, el olivo.

En las Merindades brotan avellanos, saúcos, cipreses, sauces, fresnos, abedules, y arbustos, carballos, genistas, enebros, madroños, endrinos, espinos. La comarca norte conserva bosques de un valor extraordinario, hayales como el de Las Pisas, entornos como el de La Mea. Entre los Montes Obarenes que caen hacia Pancorbo y Santa Gadea del Cid, por Bozoó se conserva una sobresaliente mancha de alcornoques. Es memorable un castaño de indias que hay en Treviño. Un pueblo que cuida su arbolado es Villarcayo de la Merindad de Castilla la Vieja. Villarcayo mantiene las plazas arboladas y densos parques como el de las acacias, el Soto y el Sotillo. Así se ha convertido en un pueblo jardín a orillas del río Nela.

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